viernes, 18 de diciembre de 2009

FRANKENSTEIN

Ahora que me has abandonado, estoy construyéndome a ratos una mujer mejor que tú. De partida me sirvió el torso y los brazos de mi profesora Laura. Tan firmes, tan bien tallados. Después tomé los ojos de Luisa. Había envejecido tanto que me los encontré más densos, más oscuros. Robé la nariz chata de Penélope (esa que tanta envidia te daba) y las piernas de Olga, la vecina (sí, confieso, siempre me gustaron más que las tuyas). He dibujado con los lunares de Vanesa la piel de Julia, y he extraído gota o gota el olor de Lola para volver más terrenal el delicioso vientre de Eva.

Hoy, ya sin vendas, he contemplado mi obra. Es hermosa, irascible, inquieta. Me ha pedido que la lleve frente a un espejo. Allí, he visto como los ojos de Luisa se guiñaban en ese gesto de furor tan tuyo, mientras la piel de Julia palidecía hasta borrarse los lunares de Vanesa, y los brazos de Laura temblorosos caían a ambos lados del jadeante vientre de Eva. He querido explicar a tu terca cabeza el porqué de mis nuevas preferencias, pero te has girado airada, como sueles, con tu nuevo perfil de Penélope y de dos zancadas de Olga te has esfumado dejando sólo la dulce estela de Lola.