Ahora que estoy muerto, me cuesta una barbaridad odiarte. Horas me paso concentrado en tu traición, la sangre, el cuchillo por la espalda. Pero se está tan bien aquí, hay una paz tan blanca, que resulta difícil no desear que te mueras rápido. Ayer me atreví a preguntarle a otra alma en pena por qué llaman a esto infierno. Se encogió de hombros y se fue riéndose entre dientes. Hoy, por fin, te he visto saludándome a lo lejos. Hoy, por fin, te has muerto.
3 comentarios:
Con historias así, imposible desengancharse de tus palabras. Artista!
me ha gustado mucho, aunque no deja de darme escalofríos...
besos
Me recomendó tu blog una amiga tuya. Dominas los relatos cortos de una manera sorprendente. Genial. Ya estás en favoritos
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