jueves, 20 de agosto de 2009

DESPUÉS por Miriam Márquez


Ahora que estoy muerto, me cuesta una barbaridad odiarte. Horas me paso concentrado en tu traición, la sangre, el cuchillo por la espalda. Pero se está tan bien aquí, hay una paz tan blanca, que resulta difícil no desear que te mueras rápido. Ayer me atreví a preguntarle a otra alma en pena por qué llaman a esto infierno. Se encogió de hombros y se fue riéndose entre dientes. Hoy, por fin, te he visto saludándome a lo lejos. Hoy, por fin, te has muerto.

ANÉCDOTA por Miriam Márquez


Con la cuenta, a la pareja le traen dos galletas de la suerte. “Aprecia la sinceridad como el mejor regalo”, pone en la de él. “Ya no te quiero”, se lee en la de ella. Los dos se ríen –ella, sobre todo, suelta grandes carcajadas-, y se marchan a trote acompasado dejando los papelitos arrugados junto al Chop Sui.