lunes, 31 de agosto de 2009

CLOROFILA por Miriam Márquez


Tiñen de obscenas algunas palabras beatas. Se declaran amor con términos botánicos, se seducen en argot médico, se hacen de rabiar con fórmulas matemáticas. No quieren diccionarios para la lengua que han inventado juntos. Practican a diario. No toman notas. Ni siquiera cuando él tiene que embarcarse se dan cuenta del peligro. "Hipotenusa", se despide ella burlona. "Equilátero", responde él sacándole la lengua. Años después, se cruzan por casualidad en el puerto. "Castaño de indias", musita la mujer sorbiéndose las lágrimas. "Clorofila", le grita desencajada. Pero nada penetra en su perplejidad. Ni siquiera cuando, en un último intento, ella se aproxima lentamente al lóbulo de su oreja para susurrarle un húmedo "Amén".