viernes, 18 de octubre de 2013

DROGAS






Confiesa que los primeros años recurrió para impresionarme a Cortazar. Los encuentros casuales, los discos amontonados sobre el fregadero, el convencimiento de que nosotros no sabríamos ser como los demás. Después, relata, Rayuela dejó de hacernos efecto y hubo que apurar grandes dosis de Kerouac para volar por los desfiladeros, aporrear los rescoldos de mi juventud y la suya. Según nos diluíamos buscó remedio en Burroughs, derramó gotas de Dylan Thomas en mi café, y hasta llegó a mojarme los labios mientras dormía con esencia de Henry Miller.

Desde hace algunos meses vaporiza un aerosol de Raymond Carver por la casa. Su substancia nos permite vivir casi sin rozarnos. Él, cerveza en mano en la cocina. Yo, nostálgica sin saber por qué en la terraza. 

domingo, 9 de junio de 2013

INFIERNOS LITERARIOS



Raymond escribe culebrones llenos de lágrimas y de portazos. Detrás, Simone, ceño fruncido, redacta guiones de azafatas televisivas en minifalda. Medio derrumbado, Julio copia manuales de instrucciones para artilugios ya obsoletos. Cuesta reconocer a Virginia, pelo mojado y furiosa, obligada a parir novelitas de amor caballeresco. A su lado, Antoine llora tras sus gafas de aviador mientras teclea un prospecto.

Sólo ese francés, Jean-Paul, encadenado y azotado en un rincón, se revuelve contra su destino. El infierno, inesperado pero tan familiar, no le impresiona.