jueves, 28 de mayo de 2009

DIEZ MINUTOS


(He escrito y registrado un guión para un corto que espero rodar este verano. Ahora tengo que desarrollarlo, pero antes quería saber qué os parece la idea, los personajes, si tenéis alguna aportación....)

Un tatuador mexicano trabaja sobre la espalda de una compatriota muy bella tumbada desnuda sobre una camilla. Está dibujando unas pistolas y el nombre de un capo mafioso, “El Lince”. “Remátalo bien, es un regalo de cumpleaños para mi novio. Supongo que no hace falta que te diga quién es”. “No, señora, el miedo que le tienen por aquí trae rápido sus noticias”.  De vez en cuando el tatuador, le enjuaga el sudor. En una de esas caricias con el paño, intenta besarla. Ella consiente pero a mitad del beso le interrumpe y le dice: “No fue tan rápido el miedo como dices. Una llamada por teléfono y estarías muerto en menos de diez minutos”. El tatuador continúa su trabajo, pero no desiste: “Tienes una espalda demasiada linda para dibujar encima unas pistolas”, dice el chico mientras le baja la tela que le cubre los glúteos. “Tengo una espalda demasiado bonita para rompérmela fregando escaleras”, responde ella mientras se sube la toalla. El teléfono de ella suena. “¿Qué ha ocurrido? ¿Qué? ¿Lo han matado? ¿A cuántos más?” Ella grita. Llora un rato. El teléfono se le cae de las manos. Se levanta de la camilla y se acuclilla en un rincón. El tatuador se acerca a ella lentamente y empieza a besarle la espalda. “No fue tan rápido el Lince como dijiste. Tendremos que cambiar el nombre de tu espalda. Una llamada y estás muerta en menos de diez minutos”. 

martes, 26 de mayo de 2009

MORGANA


Como una de las cosas que más me disgustan en la vida son los consejos no solicitados, me aguanté las ganas de decirle a Miguel que no saliera con Morgana, la secretaria de la oficina. Siempre me han parecido algo extraños esos largos colmillos suyos asomando sobre el lecho de sus labios color sangre. “Manías”, me habría contestado él si se me hubiese ocurrido prevenirle, tantas eran las ganas que tenía de probar suerte en la ruleta de sus piernas. Ahora que saboreó el premio, de Miguel sólo queda una sombra en la oficina. Un ser descolorido y acobardado que acaba de dar un respingo al oír a Morgana preguntarme si podía llevarla a casa. Me angustia ver a Miguel detrás de ella gesticulando como un loco para disuadirme. Ver cómo se lleva los dos índices a la boca y hace como que me va a dar un mordisco. Le haría caso si no fuera porque no hay en la vida nada que deteste más que los consejos no solicitados.

 

AGUJERO DE GUSANO


Es tarde ya cuando terminan de besarse. La farola en la que se apoyaron ha mutado en un tótem de material desconocido. Por la calle (eso debe ser la explanada roja que les rodea) circulan seres vestidos con escafandras y sin agujeros en la nariz. Sin saber lo que ha ocurrido y mientras se asfixian, los dos enamorados sólo aciertan a reanudar sus besos. Los contemporáneos de ese milenio perdido contemplan extasiados, tras el vidrio de su traje aislante, ese ritual que ya sólo conocen por las películas.