miércoles, 23 de diciembre de 2009

LA DIVA

Como la diva no puede cantar con una sola butaca vacía, el día que por primera vez no se venden todas las localidades, su fiel mánager decide usar una artimaña. Compra algunos muñecos de corcho, les coloca unos cabellos de lana negra y un frac de seda natural. Un mes después, son tantos los farsantes que la seda artificial reluce en los palcos. En menos de un año, el teatro decide despedirlos por empacho de nostalgias. En su último concierto, la diva, consciente de que no habrá otro escenario, se vacía ante un público inerte. Cuando se detiene, exhausta, del patio de butacas se elevan unos aplausos tan violentos que llenan, en pocos minutos, el suelo de cabellos de lana.