miércoles, 26 de noviembre de 2008

POETAS por Miriam Márquez


Antes de doblar la esquina y emprender el regreso a su ciudad dormitorio junto a la capital, la familia contempla el océano por última vez hasta el próximo agosto. “Laura, ¿y tú? ¿No quieres decirle adiós al mar?”, le pregunta su madre. Laura, la más pequeña, la que saca malas notas, la que este verano no ha parado de  garabatear libretas, mira la carretera e incomprensiblemente responde: “El mar se viene, mamá, se viene”.

ULTIMÁTUM por Miriam Márquez


Antes de llegar a casa, silencia el tono de su móvil. Para que la luz no la delate, lo entierra en su bolso. Piensa que tiene que acabar con aquello cuanto antes. Mientras cena con quien debe, no para de imaginarse el escándalo mudo de su teléfono amordazado. Se siente fuerte, allí sentada, sorda a sus gritos. Mañana le dirá que no insista, que va a olvidarlo todo, que ya ha empezado, de hecho, a desentenderse… Planea su discurso mientras se desliza en su cama. Con las palabras del desenlace aprendidas, se atreve a mirar el teléfono de reojo. La pantalla sigue en blanco en las buenas noches y también en el desayuno. En la comida, deja el móvil sobre la mesa porque hay mucho barullo en el restaurante. No quiere perder la oportunidad de acabar con todo ese mismo día. De vez en cuando repite mentalmente la conversación que tiene prevista, afina sus argumentos. No puede permitir que la confunda. Tres horas después se encierra en el baño del trabajo para llamarle, pero nadie responde. En el metro vuela por las escaleras mecánicas enfadada por aquel retraso imprevisto. Al llegar a casa pone el móvil en silencio, pero lo deja boca abajo en la mesilla. Así podrá ver, si se despierta en la noche, si se ha perdido alguna llamada inconveniente.