lunes, 15 de junio de 2009

MIOPÍA


Tras años ensuciando lienzos, el aprendiz de pintor se rinde. Se entrega a la escultura. Fracasa. Debuta como actor. Titubea al decir su única frase. Derrotado y solo en su camerino, escribe como un autómata un poema agarrotado, certero, perfecto. Asustado por su sinceridad, lo rasga en pedazos. Nadie debe saber, cuando dentro de unos años sea un músico famoso, lo derrotado que llegó a sentirse. 

4 comentarios:

Maria Coca dijo...

Muy agudo. A veces no se ve lo evidente.

Besoss

Pedro Herrero dijo...

Admiro esa mecánica interna, implacable, que sostiene tus relatos. El anterior es, a mi entender, soberbio. Este último no se queda atrás. Da la impresión al leerte que utilizas las palabras indispensables. Larga vida a las almas creadoras.

El Ángel... dijo...

Mostrar el alma da miedo, pero es en nuestra verdad donde radica el verdader talento.

Besos

maroto dijo...

Uff me ensoño... miriam