jueves, 16 de abril de 2009

LA AUSENCIA


Al principio la soledad les costaba un poco. Los primeros días, incluso, se rebeló contra aquella situación inesperada. Un pataleo, un quedarse ronco llorando, un desgañitarse sin oídos ajenos a mano. Después aprendió que, a partir de entonces, tendría que vivir sin ella, entretenerse, no sé, bastarse a sí mismo. Ahora medita a ratos, escribe poesía de memoria, canturrea estribillos inventados. Sólo en algunos momentos, cada vez menos, la añora tanto que, sin querer, se pone a rascar como un loco la tapa de madera de pino.

2 comentarios:

Borja Echeverría Echeverría dijo...

Si el final es el que imagino, bastante macabro! No me gustaría estar en su situación, a ver como se entretiene uno...
Saludos

Flora Isela Chacón dijo...

me ha gustado la narración