martes, 2 de junio de 2009

FALSOS SINÓNIMOS


(Dos variaciones de una misma historia)

Ella ama a Carmen, a Lee Miller, a Cleopatra. Le gustan las mujeres que comen celos, que se arrancan las costras, que dicen te amo, en vez de te quiero… Esas que siempre, al final de cada fiesta, tienen los labios negros de vino tinto. Por eso cuando él llega con su pulcro traje del trabajo, ha roto todas las fotos, algunas copas, y rasgado las cortinas. Y se ha hecho un corte no demasiado profundo en la muñeca (al fin y al cabo no quiere morirse nunca) porque él no la AMA. Y ha dejado un rastro de colillas por el suelo porque sabe que a él le gustan las pistas, los indicios, las listas, los caminos que llevan a alguna parte. Al final está ella. Hipa un poco. Si encontrara las palabras, le reprocharía que sepa justo lo que hay que hacer en ese instante, que mantenga el pulso, su razón (que no fé) incondicional en ella. Que no llegue y le dé dos bofetadas y la eche a patadas a la calle aunque sólo sea por una noche. Pero es difícil de explicar todo eso a un hombre que lentamente le enjabona la espalda, le recoge el pelo detrás de la oreja y muy bajito, como si fuera una niña, le dice que la quiere. 

2 comentarios:

Pedro Herrero dijo...

Te devuelvo tu amable visita a mi bitácora, para decirte que me quedo con esta segunda variación del tema que propones, cuyo final encuentro más íntimo que el de la anterior, aunque es una pura cuestión de gustos. En ambas versiones me gusta que la mujer quede descrita de una forma minuciosa, mientras que el hombre aparezca precedido sólo por sus gestos o su actitud. También me gusta la ternura que mantienes en ambos casos. Un abrazo.

El Ángel... dijo...

Me gusta esta segunda versión, espreferible a mi gusto que se de el encuentro entre ellos...


Un saludo